Las verrugas plantares, también conocidas como verrugas, son una afección común de la piel que puede afectar a personas de todas las edades, aunque son particularmente comunes en los niños. Como podólogos, a menudo somos el primer punto de contacto para los pacientes que buscan tratamiento para sus verrugas plantares.
¿Qué causa las verrugas?
Las verrugas plantares son causadas por el virus del papiloma humano (VPH), que puede entrar en la piel a través de pequeños cortes o abrasiones en las plantas de los pies. El virus prospera en ambientes cálidos y húmedos, como piscinas y duchas comunitarias, que suelen ser frecuentadas por niños. Desafortunadamente, otro ejemplo de un ambiente cálido y húmedo es un pie sudoroso en un zapato. Una vez que el virus ha entrado en la piel, provoca un rápido crecimiento de células en la capa externa de la piel, lo que lleva a la formación de una verruga.1
¿Cómo se pueden tratar las verrugas?
Los podólogos ofrecen una gama de opciones de tratamiento para las verrugas plantares, adaptadas a la edad del niño, su salud general y la gravedad de las verrugas. A continuación se enumeran algunos de los tratamientos que ofrecen los podólogos.
Nitrato de plata
La terapia con nitrato de plata es una buena opción de tratamiento inicial para las verrugas plantares en niños debido a que es menos dolorosa que otras alternativas. El tratamiento implica la aplicación de una barra de nitrato de plata (que parece una cerilla larga) en la verruga. Cuando se sumerge en agua salada estéril y se aplica, tiñe y forma costras en la verruga. El tratamiento con nitrato de plata se puede realizar en el consultorio del podólogo y, por lo general, requiere múltiples aplicaciones durante varias semanas. Es importante tener en cuenta que, si bien la terapia con nitrato de plata puede ser efectiva, causará una mancha negra en la piel durante algunas semanas.
Ácido salicílico
Otros tratamientos tópicos implican la aplicación de soluciones o cremas directamente sobre la verruga. Estos tratamientos suelen contener ácido salicílico y se conocen como terapia queratolítica porque el tratamiento da como resultado una descamación gradual de la verruga capa por capa.2 Puede comprar preparaciones estándar en una farmacia pero, debido a su capacitación, los podólogos pueden usar preparaciones con concentraciones más altas de ácido salicílico para optimizar la eficacia y la seguridad.
crioterapia
La crioterapia, o congelación, es otro tratamiento común para las verrugas plantares. Este procedimiento consiste en aplicar nitrógeno líquido a la verruga, lo que hace que el tejido de la verruga se congele y finalmente se caiga.3 Este tratamiento se usa a menudo para las verrugas que son resistentes a los tratamientos tópicos.
Educación
Los podólogos también juegan un papel crucial en la educación de padres e hijos sobre las verrugas plantares. Esto incluye explicar cómo se contrae el virus, la importancia de usar calzado en las áreas comunes y cómo detectar signos de verrugas. Al brindarles a los padres y a los niños este conocimiento, podemos ayudar a prevenir la propagación del virus y el desarrollo de nuevas verrugas.
Resumen
Las verrugas plantares en los niños, aunque son comunes, pueden causar malestar y angustia. Los podólogos juegan un papel vital en el tratamiento de estas condiciones y en la educación de las familias sobre las estrategias de prevención. A través de una combinación de tratamientos con ácido salicílico, crioterapia y nitrato de plata, los podólogos pueden ayudar a los niños a regresar a sus actividades diarias sin las molestias de las verrugas plantares.
1Sterling, JC, Handfield-Jones, S. y Hudson, PM (2001). Pautas para el manejo de las verrugas cutáneas. Revista británica de dermatología, 144(1), 4-11.
2Lipke, MM (2006). Un arsenal de tratamientos para las verrugas. Medicina Clínica e Investigación, 4(4), 273-293.
3Bunney, MH, Nolan, MW y Williams, DA (1992). Una evaluación de los métodos de tratamiento de las verrugas virales mediante ensayos de tratamientos comparativos basados en un diseño estándar. Revista británica de dermatología, 126(2), 163-170.